2 de octubre de 2010

2 de Octubre "No se olvida..."

 


"Los pueblos que olvidan su historia, estan condenados a repetirla"
Napoleón Bonaparte

LA VERDAD OFICIAL

Para el gobierno lo mas importante de dicho año fue la celebración de las olimpiadas:

Los Juegos Olímpicos de 1968, formalmente los Juegos de la XIX Olimpiada, fueron un evento multideportivo internacional. Fueron los primeros en ser organizados por una nación en vías de desarrollo, por una nación hispanohablante y hasta los próximos juegos de Brasil 2016, los únicos en Latinoamérica. Se celebraron en Ciudad de México, México, entre el 12 de octubre y el 27 de octubre de 1968.

Se realizaron ya entrado el otoño en el hemisferio boreal, debido a que la Ciudad de México se ve afectada por la época de lluvias desde principios de mayo hasta los primeros días de octubre (de acuerdo a la tradición capitalina las lluvias terminan el 4 de octubre, por lo que a tal fecha se le llama "el cordonazo de San Francisco" ) lo que hubiera afectado a gran cantidad de actividades deportivas a efectuarse al aire libre...

Pero existe la realidad que el gobierno en turno intento ocultar a su pueblo, y al mundo entero.

EL COMIENZO DE TODO

El 22 de julio se registró una pelea entre estudiantes de la Vocacional 2 y de la preparatoria particular Isaac Ochoterena, en la Ciudadela. Al día siguiente, en represalia, los estudiantes de preparatoria apedrearon la Vocacional 2. En este enfrentamiento se ponía de manifiesto la antigua rivalidad que existe entre las vocacionales, pertenecientes al Instituto Politécnico Nacional (IPN), y las preparatorias incorporadas a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El 26 de julio de 1968, miles de estudiantes participaron en dos marchas autorizadas (en ese entonces se tenía que solicitar permiso al gobierno). Pero fueron reprimidos por los granaderos con bombas de gas lacrimógeno y toletazos cuando intentaron llegar al Zócalo. La violencia se extendió desde la zona aledaña a la Alameda Central hasta las inmediaciones del Palacio Nacional.

La Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) convocó a una manifestación de la Plaza de la Ciudadela al Casco de Santo Tomás, a las cuatro de la tarde, para protestar por la invasión policiaca de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y por la represión contra estudiantes, maestros y trabajadores de esas escuelas, tres días antes.

Por su parte, la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) organizó una marcha de Salto del Agua al Hemiciclo a Juárez, donde se realizó un mitin para conmemorar el 15 aniversario del asalto al cuartel Moncada, que daría inicio a la revolución cubana.

En esta última movilización, de acuerdo con informes de la Procuraduría General de la República (PGR), grupos porriles ligados a la FNET, encabezados por los hermanos García Reyes, mejor conocidos como Los Chóforos, se “colaron” en el grupo de oradores e incitaron y convencieron a los presentes de marchar al Zócalo.

Un participante en esa movilización refiere que no sabían “que iban a una celada y que la calle de Madero se convertiría en una ratonera sin salida, porque grupos de granaderos estaban escondidos en las calles perpendiculares”. Una vez acorralados, fueron reprimidos.

Datos de aquella época, recogidos por la agencia de noticias Afp, refieren que el enfrentamiento entre estudiantes y policías dejó un saldo de “500 personas heridas”.


Hubo dos momentos en que se extendió la violencia, el más grave se inició al filo de las ocho de la noche en la calle Madero, de San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas) a Palma, y se extendió hasta Balderas, pero hubo otros puntos donde los granaderos atacaron a los estudiantes en el centro de la capital.

Los uniformados agredieron a alumnos de las preparatorias 2 y 3 en las calles Justo Sierra, El Carmen, Argentina, Guatemala, Primo Verdad y Moneda, a menos de 300 metros del Palacio Nacional.

A las nueve y media de la noche, miembros de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y del SS allanaron las oficinas del Comité Central del Partido Comunista Mexicano y ocuparon los talleres donde se imprimía su periódico, La voz de México.

El 27 de julio, los estudiantes tomaron las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM, como una manifestación de protesta ante los enfrentamientos ocurridos entre granaderos y estudiantes.

SE DESATA LA REPRESIÓN

El 29 de julio, un convoy de tanques ligeros, jeeps equipados con bazucas y cañones de 101 milímetros, y camiones de transporte de tropas de la primera zona militar, donde mandaba entonces el general José Hernández Toledo, salió en punto de las 12 del campo militar número 1 hacia el centro de la ciudad. El convoy avanzó por el Periférico hasta la glorieta de Petróleos, siguió por Reforma, avenida Juárez, Juan Ruiz de Alarcón y Santa María la Redonda. Desde ahí, los soldados marcharon hasta las cercanías del Zócalo. En Seminario y Argentina, 650 soldados del batallón de Fusileros y Paracaidistas, con el refuerzo del batallón de la Policía Militar, se parapetaron frente a San Ildefonso y apuntaron una bazuca hacia la puerta principal del edificio. Los jefes militares dieron un ultimátum a los estudiantes atrincherados adentro para que abandonaran el edificio. Como no hubo respuesta, dispararon la bazuca, tiraron la histórica puerta de San Ildefonso y ocuparon el edificio que alojaba a la Prepa 1.
 
Los soldados, que estaban a las órdenes del general Crisóforo Mazón Pineda, entraron a los planteles a bayoneta calada. Los estudiantes huyeron, pero su fuga fue cortada por los granaderos, que los esperaban afuera. Hubo decenas de detenidos.
 
Los militares rodearon después toda la manzana de San Ildefonso y catearon todo, casa por casa. Irrumpieron en todos los departamentos y locales de los edificios de las calles de San Ildefonso, El Carmen, República de Argentina y Justo Sierra; buscaban, según ellos, “elementos subversivos”. En algunos edificios fueron localizados y detenidos varios estudiantes.
 
El parte militar del general José Hernández Toledo, dice: “Durante la misión encomendada” por “orden telefónica del C. Srio. de la Defensa Nacional y con el refuerzo del Batallón de la Policía Militar, se procedió a desalojar a los alborotadores en la zona comprendida de Perú a Corregidora y de El Carmen a Argentina”, donde se encontraron varios camiones que ardían. “Un grupo aproximado de 300 a 400 motineros se parapetaron en la Preparatoria No. Uno, negándose a salir y recibiendo al personal de Paracaidistas y Policía Militar a balazos, bombas molotov y tabicazos, así como con detonadores de los usados en algunos tipos de bombas de aviación de manufactura americana”. “Se les exhortó a abrir la puerta, a lo que se negaron y cuando un pelotón de paracaidistas se disponía a forzar la puerta, se escuchó una fuerte detonación, seguramente producida por la explosión de los detonadores ya mencionados”. De este modo, el jefe militar se lava las manos y pretende que ninguna bazuca disparó contra la centenaria puerta. Al caer el portón, dice el reporte de Hernández Toledo, “los granaderos y policía entraron apoyados por personal de esta unidad, encontrándose 127 hombres, 10 bombas molotov, 2 botes de gasolina, 1 botella de ácido, 1 botella de amoniaco de cinco litros y una caja de propaganda comunista. De todo esto se hizo entrega al C. Teniente de Granaderos Carlos Balderrábano Medina, perteneciente a la 1a. Cía. del citado cuerpo”. Al final se indica que a “las 03:00 hs., quedó completamente desalojada dicha zona de elementos subversivos”.
 
Por la tarde, grupos de chavos de la Prepa 1 se fueron por San Cosme donde detuvieron tres camiones; pero fueron interceptados por la policía, que efectuó algunas detenciones. Más tarde se reagruparon y volvieron a tomar dos camiones en la misma zona, con iguales resultados.



En la Ciudadela, en las vocas 2 y 5, algunos estudiantes (300, según un informe de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política del régimen priista) salieron corriendo hacia Balderas a la una de la mañana con cinco minutos; posiblemente hayan tenido información de la intervención militar en San Ildefonso. Sin embargo, muchos de los chavos que salieron corriendo se reagruparon, dieron la vuelta por Bucareli y volvieron a entrar a su escuela. Un grupo de ellos, unos 400, se parapetaron en un costado de la Voca 5.
 
Dos agrupamientos de soldados, también mandados por Mazón Pineda, avanzaron hacia la Voca 5; llegaron ahí a las 2:35 de la mañana y detuvieron a los chavos que encontraban en el camino. Los politécnicos parapetados trataron de dialogar con los uniformados y que escucharan sus razones, pero se les dio un ultimátum: tenían cinco minutos para abandonar el edificio. A las 2:45 los estudiantes son desalojados violentamente. 124 detenidos son llevados al campo militar número 1.
 
Después de desalojar la Voca 5, los soldados de Mazón Pineda se unen a otro agrupamiento, el del general Ballesteros Prieto, y juntos se van contra la Voca 7, en Tlatelolco. Los estudiantes de este plantel, según relato de Jaime García Reyes, discuten si van a ofrecer “resistencia al ejército, incluso intentamos parapetarnos, amarramos cadenas, pusimos mesabancos y varios compañeros estaban dispuestos a quedarse ahí agarrados de la mano para impedir que el ejército tomara la escuela. Sin embargo, al oír las noticias de lo que estaba sucediendo y en el momento en el cual vimos llegar las tanquetas, decidimos correr. Salió mucha gente de Tlatelolco a gritarle al ejército; probablemente se dispararon algunas balas. Muchos se fueron a refugiar a la Unidad Habitacional. Ahí empezó a gestarse una cierta identidad entre los estudiantes y los habitantes de Tlatelolco”.

Alrededor de las tres de la mañana, el regente Alfonso Corona del Rosal y el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, dan una conferencia de prensa en el Palacio del Ayuntamiento. Los acompañan, como “consejeros jurídicos”, los procuradores general de la República, Julio Sánchez Vargas, y del Distrito y Territorios Federales, Gilberto Suárez Torres. Corona del Rosal declara que “desde el viernes último mantuvo una constante coordinación de actividades con el secretario de Gobernación y que en todo momento trató de evitar que la acción de las autoridades se apartara de la ley, pero que finalmente, al ver las proporciones que los disturbios tomaban la noche de ayer, terminaron por solicitar a la Secretaría de la Defensa Nacional su intervención”. Echeverría dice que la autonomía de la universidad estuvo en peligro; “debido a ello y en vista de la situación y para evitar derramamiento de sangre, los cuales (...) se han evitado, fue que se pidió la intervención del ejército”. Acusa “directamente a los grupos comunistas que hay en México de haber propiciado estos desórdenes”. Sánchez Vargas aclara que él y Suárez Torres “habían estudiado detenidamente, el uno los aspectos constitucionales y el otro la aplicación correcta de la ley y finalmente estuvieron de acuerdo con Echeverría y Corona del Rosal en la intervención del ejército. En los mismos términos se expresó Suárez Torres”.

Por su parte, la Secretaría de la Defensa emite un boletín de prensa: “A petición del regente del Distrito Federal, general Alfonso Corona del Rosal, y en apoyo de la policía para hacer frente (...) de la situación planteada por los estudiantes, las tropas del ejército entraron en acción a las 0:50 horas de hoy para disolver a los grupos en agitación que ya habían saqueado armerías y recurrido al uso del armamento sustraído, así como al uso de bombas de tipo casero en contra de las fuerzas policiacas del Distrito Federal”.

En el informe de Hernández Toledo no se menciona que hubieran encontrado armas en San Ildefonso. Más tarde, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, informa: “El ejército actuó inmediatamente después de que recibió la petición del regente y del secretario de Gobernación, para sofocar los disturbios provocados en la capital. Estamos preparados para repeler cualquier agresión y lo haremos con toda energía; no habrá contemplaciones para nadie”. Comunica que han sido detenidos 180 estudiantes.

El ex locutor Luis M. Farías, que en 1968 era presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, en una entrevista publicada en Proceso en 1993 comentó que la primera medida drástica tomada por Luis Echeverría a raíz del conflicto estudiantil fue el 30 de julio, “cuando el bazucazo en la Preparatoria de San Ildefonso. En esa fecha, hubo un acuerdo que se tomó en el DDF. Allí estuvieron Corona del Rosal; García Barragán; el secretario de Educación, Agustín Yáñez; el secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manautou; y el propio Echeverría. Se tomó la decisión del bazucazo. Todo fue planeado por Echeverría, pero mañosamente la reunión se realizó en el Departamento Central.” Esta decisión, “que precipitaría la inconformidad estudiantil, se tomó mientras el presidente (Díaz Ordaz) estaba en Jalisco”.

Este mismo día, 30 de julio, Corona del Rosal y el secretario de Gobierno del DF, Rodolfo González Guevara, se entrevistan con los dirigentes de la FNET en las oficinas del DDF.

Luego de los desalojos, el ejército entrega a la policía del DF –y ésta a las autoridades de la UNAM– las prepas 1, 2 y 3. La Prepa 5 sigue ocupada.




Luis M. Farías, más el presidente de la Gran Comisión del Senado, Manuel Bernardo Aguirre, más el presidente del Congreso del Trabajo, Manuel Rivera Anaya y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, cada uno por separado, manifiestan públicamente su apoyo a las autoridades y repudian la actuación de los estudiantes. Coinciden en que los chavos se han dejado sorprender por “provocadores profesionales”.

El 30 de julio, en la mañana al sur de la capital en Ciudad Universitaria (CU), símbolo de modernidad y orgullo nacionalista, el rector Barros Sierra tomó su posición ante los hechos y en un acto de valor desaprobó la intimidación y al mismo tiempo defendió la Autonomía Universitaria.

Con el apoyo mayoritario de escuelas y facultades, al interior de la UNAM se organizó un mitin en la explanada de rectoría y Barros Sierra izó la bandera nacional a media asta en señal de luto. Lo que ya era un conflicto de proporciones graves ahora tenía una amenaza directa para la Universidad. A la serie de motines callejeros en los últimos días de julio, el acto en CU con la bandera nacional les marca distancia e intenta sacudirse la violencia para darle un giro a la protesta aportando al mismo tiempo legitimidad, inteligencia, dignidad, con la simpatía mayoritaria de estudiantes universitarios. Los argumentos para hablar de democracia, justicia, libertades, tomaron fuerza extraordinaria con el aporte mesurado del rector. En un pequeño pero sustancioso mensaje Barros Sierra le da banderas legítimas al ahora sí, con mayúscula; Movimiento Estudiantil.

"Hoy es un día de luto para la Universidad; la Autonomía está amenazada gravemente. Quiero expresar que la institución, a través de sus autoridades, maestros y estudiantes, manifiesta profunda pena por lo acontecido. La Autonomía no es una idea abstracta, es un ejercicio responsable, que debe ser respetable y respetado por todos. Una consideración más: debemos saber dirigir nuestras protestas con inteligencia y energía.
 
¡Que las protestas tengan lugar en nuestra Casa de Estudios!
 
No cedamos a provocaciones, vengan de fuera o de dentro...
 
La Universidad es lo primero, permanezcamos unidos para defender, dentro y fuera de nuestra casa, las libertades de pensamiento, de reunión, de expresión y la más cara: ¡nuestra Autonomía! ¡Viva la UNAM! ¡Viva la Autonomía Universitaria!"

El 1 de agosto el rector encabezó una manifestación que, desde CU, recorrió la avenida Insurgentes hasta Félix Cuevas, dobló por ésta hacia avenida Coyoacán y regresó por la avenida de la Universidad al punto de partida, concluyendo con un mensaje del ingeniero Barros Sierra. El presidente Gustavo Díaz Ordaz, en un discurso pronunciado en Guadalajara, ofreció su "mano tendida" a quien quisiera estrecharla. Al día siguiente fue creado el Consejo Nacional de Huelga (CNH), formado por estudiantes y maestros de la UNAM, el IPN, las escuelas normales, El Colegio de México, Chapingo, la universidad Iberoamericana, el colegio La Salle, y algunas universidades estatales.

“¿Qué lo orilló a encabezar la manifestación?”, pregunta Gastón García Cantú a Javier Barros Sierra; “Desde luego hay que recordar que para esas fechas, y aunque hubieran transcurrido muy pocos días desde los sucesos violentos de la última decena de julio; ya estaba integrada prácticamente toda una organización estudiantil y que ésta había decidido que era necesario salir a manifestarse públicamente. A mí me invitaron a encabezar esa manifestación. Yo les hice ver que, de acuerdo con mi carácter de rector, yo no podía participar en un acto semejante, a menos que en ese desfile nos limitáramos a expresar las protestas estrictamente universitarias con exclusión de cualquier otra cosa; es decir, no porque no nos solidarizáramos con ellas en nuestro carácter de simples ciudadanos, sino porque había que cuidar a la institución…Una primera condición para que yo participara fue que, desde luego, la manifestación fuera pacífica, ordenada…se discutió mucho con los estudiantes sobre el recorrido para, finalmente, ponernos de acuerdo en que fuese el que al final siguió esta manifestación. Fue notable que, salvo unos cuantos provocadores, la inmensa mayoría de los estudiantes hubieran respondido positivamente absteniéndose de todo intento de desviar la manifestación hacía el centro de la ciudad, que era la intención de los provocadores.”

Para el 4 de agosto, el movimiento estudiantil ya había elaborado un pliego petitorio que invalidaba el de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), y contenía los siguientes puntos:

1.- Libertad a los presos políticos

2.- Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes)

3.- Desaparición del Cuerpo de Granaderos

4.- Destitución de los jefes policíacos

5.- Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto

6.- Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

El 13 de agosto, se realizó una gran manifestación -de alrededor de 150,000 participantes- al Zócalo, que partió del Museo Nacional de Antropología. Se sumaron al movimiento estudiantes del Conservatorio Nacional y de la Normal Superior. El CNH declaró que la FNET no representaba al estudiantado.

El 22 de agosto el gobierno declaró que tenía la mejor voluntad de dialogar con representantes estudiantiles. Profesores y estudiantes respondieron afirmativamente, siempre y cuando el diálogo se realizara en presencia de la prensa, la radio y la televisión.

El 27 de agosto de 1968, miles de personas participaron en la marcha convocada por el Consejo Nacional de Huelga (CNH), del Museo Nacional de Antropología al Zócalo. Se cumplía un mes del inicio del movimiento.

El gobierno federal movilizó batallones de fuerzas aerotransportadas (que en aquella época eran consideradas el cuerpo de elite del Ejército), artillería ligera e infantería. Un reporte de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), dependiente de la Secretaría de Gobernación, documentó que a las 15:40 horas “los tanques ligeros del Ejército que en número de 12 cruzaron Reforma y el Museo de Antropología (sic), van en dirección al centro de la ciudad, por Reforma (…) la embajada de Estados Unidos está custodiada por miembros del Ejército, granaderos y bomberos.

Otro reporte de la misma dependencia señaló que desde el 26 de agosto los estudiantes tenían “conocimiento de que el Departamento Central (se refiere al Departamento del Distrito Federal, DDF) (…) ha formado grupos de choque”, y también que “el regente (en realidad, jefe del DDF, general Alfonso Corona del Rosal) ha preparado a gran cantidad de barrenderos de la oficina de Limpia y Transportes para que (…) insulten a los manifestantes, diciéndose que irán armados para agredir a los estudiantes”.

A las cinco de la tarde con 20 minutos se inició la marcha. La DGIPS reportó: “la cabeza de la manifestación llega a la Fuente de la Diana Cazadora. A la vanguardia llevan una camioneta de sonido de la UNAM (…) Atrás van las madres de los estudiantes heridos y llevan una manta con el siguiente texto: madres de los estudiantes heridos, libertad a los presos políticos”.

La retaguardia de la movilización tardó poco más de tres horas en salir del Museo Nacional de Antropología. El periódico El Día informó que fueron 400 mil las personas que marcharon.

En el Zócalo ya esperaban a la marcha “unas 15 mil personas”, señalaban los informes de Gobernación. A las 18:50 horas, “las campanas de la Catedral fueron lanzadas a vuelo, ignorándose los motivos”, informaron los agentes de la DGIPS, pero una nota del diario Excélsior afirmó que el sacerdote Jesús Pérez dio permiso a los estudiantes para que entraran al templo y subieran a tocar las campanas. Después (el religioso) “encendió las luces del templo a petición de los estudiantes”.



A las 19:20 horas, cuando la retaguardia aún no salía del Museo Nacional de Antropología, un grupo de jóvenes izó “una bandera rojinegra en el asta-bandera (...)”. El informe de la Femospp señala que tanto ese hecho como la irrupción en la Catedral fueron actos de provocación. En la explanada, la multitud demandaba la libertad de los presos políticos (los líderes ferrocarrileros presos desde 1959 y más de 80 estudiantes confinados en Lecumberri).

El mitin dio inicio con la lectura de un poema de Isaías Rojas, uno de los estudiantes presos en Lecumberri. Luego se sucedieron discursos en los que los oradores “lanzaron censuras al gobierno y a los legisladores que rechazaron el diálogo con el Consejo Nacional de Huelga”, refiere Ramón Ramírez en su libro El movimiento estudiantil de México.

Informes de la DGIPS señalaron que a las 21:20 horas, “los estudiantes están colocando tiendas de campaña en el Zócalo y frente a la puerta central de Catedral (…) sobre la acera de Monte de Piedad y Madero (…) continúa llegando gente”. Simultáneamente, aseveran esos reportes, un grupo realiza pintas y coloca pancartas en las paredes de Palacio Nacional, pero estudiantes, agregaban los reportes de Gobernación, “han estado separando a todos los que pintaron leyendas, diciéndoles que la manifestación no era en la acera de Palacio, sino dentro de los límites del Zócalo”.

A las 21:35 horas, un grupo de 700 estudiantes se separa del mitin y se dirige a Lecumberri para exigir la liberación de los presos políticos

Un dato relevante en los informes de la DGIPS es el siguiente: los estudiantes “izan la enseña patria (no se refiere ese informe a la bandera rojinegra) en la Plaza de la Constitución, informando a los que les toca la guardia que cada seis horas serán remplazados”. Había concluido el mitin, y entonces vendría la represión contra los “3 mil 500 estudiantes dispersados (...) en pequeños grupos”.

Hacia las 23:00 horas, “un grupo de 200 estudiantes llegó al frente de la penitenciaría de Lecumberri” y 20 minutos después se retiraron, reportó la DGIPS, y agregó que a las “23:55 tanques y carros ligeros del Ejército circulan alrededor de las calles circunvecinas al Zócalo”

A la 1:05 horas: “el sonido de la Presidencia sigue exhortando a los presentes a retirarse ordenadamente debido a que están violando el artículo 9 de la Constitución.

“En ese momento va entrando el Ejército por las calles de Pino Suárez y Moneda, están frente a Palacio pie a tierra, los tanques ligeros vienen entrando por Seminario y Moneda, viene un cordón replegando a los estudiantes sobre la pizarra (...), vienen también algunos tanques ligeros y por el sonido local se llama a la cordura.



“El Ejército va con bayoneta calada y los carros blindados destruyen los campamentos (levantados con cartones de pancarta y mantas) que habían levantado los estudiantes.

“La primera fila es de soldados y detrás de ellos siguen granaderos, cuatro carros de bomberos y patrullas; los carros ligeros desalojan a la gente (…) Todo el Zócalo está lleno de patrullas formando un cordón.

“Los estudiantes gritan: ¡México, libertad!, ¡México, libertad!, retirándose por Madero siendo aproximadamente mil 500 personas”, otros trataron inútilmente de detener la marcha de los tanques ligeros tirándose a su paso o subiéndose a ellos. Al final todos fueron desalojados del Zócalo.

A la 1:15 horas: “un militar con magnavoz grita vivan los estudiantes, pero con la razón”, reportaron los agentes de Gobernación. El informe de la Femospp señala que “participaron el 43o. y el 44o. Batallones de Infantería y 1º de Fusileros Paracaidistas, al mando del general Benjamín Reyes García; así como 12 carros blindados de la guardia presidencial, cuatro carros de bomberos, alrededor de 200 patrullas de la policía preventiva, cuatro batallones de tránsito y unos diez motociclistas de la Dirección General de Tránsito”.

El mismo documento agrega que “los estudiantes no sólo fueron desalojados, sino perseguidos a lo largo de las calles del centro histórico hasta la Torre Latinoamericana, donde el Ejército corta cartucho. En El Caballito, en las inmediaciones de Bucareli y Reforma, arremete a culatazos contra los estudiantes”.

A pesar de que a las diez de la noche los estudiantes habían retirado la bandera rojinegra, un informe de la DGIPS señalaba que a la 1:35 horas del 28 de agosto: “en el astabandera continúa izadala bandera rojinegra.

Para las diez de la mañana del 28 de agosto, “la bandera que amaneció (…) izada en el asta monumental (del Zócalo) era una rojinegra de seda de tamaño enorme y no pintada, sino fabricada con tela de color rojo y negro”, revela el informe histórico de la Femospp.

“Desde los edificios (…) la gente lanza a los soldados botellas, macetas y otros objetos. La tropa responde con descargas de fusilería y ametralladoras ligeras. El Hotel Majestic recibe varios impactos de bala.”

El CNH reiteró, mediante declaraciones, su disposición al diálogo. Manifestó “que crearía las mejores condiciones para la realización del mismo y se comprometió a no realizar movilizaciones durante el cuarto Informe de gobierno de Gustavo Díaz Ordaz”.



A partir de ese día, la represión a las brigadas estudiantiles, los actos de provocación y las declaraciones a la prensa contra el movimiento se incrementaron sustancialmente. 

El 1 de septiembre, el presidente rindió su cuarto informe de gobierno.

Durante los recientes conflictos…se advirtieron en medio de la confusión, varias tendencias principales, la de quienes deseaban presionar al Gobierno para que se atendieran determinadas peticiones, la de quienes intentaron aprovecharlo con fines ideológicos y políticos y la de quienes se propusieron sembrar el desorden, la confusión y el encono…con el fin de desprestigiar a México…e impedir acaso la celebración de los Juegos Olímpicos.

Los desordenes juveniles que ha habido en el mundo han coincidido con frecuencia con la celebración de un acto de importancia en la ciudad donde ocurren…De algún tiempo a la fecha en nuestros principales centros de estudio se empezó a reiterar insistentemente la calca de los lemas usados en otros países, las mismas pancartas, idénticas leyendas.

Tenemos confianza en que no se logrará impedir la realización de los eventos deportivos en puerta, cuando más se conseguirá restarles lucimiento.

Reafirmo…mi respeto a la autonomía universitaria…Debo agregar y con este criterio coincide el de destacados abogados, que si se examinan los hechos con serena objetividad y rigor técnico, jurídicamente no hubo violación a la autonomía universitaria.

No admito que existan “presos políticos”. ‘Preso político’ es quien está privado de su libertad exclusivamente por sus ideas política, sin haber cometido delito alguno.

Respecto a los artículos 145 y 145 bis del Código Penal…¿Debe ser delito o no afectar la soberanía nacional, poniendo en peligro la integridad territorial de la República, en cumplimiento de normas de acción de un gobierno extranjero? ¿Debe ser delito o no preparar la invasión del territorio nacional o la sumisión del país a un gobierno extranjero? Estos casos son parte del artículo 145.
El artículo 145 bis señala cuáles son los delitos de carácter político. Si se deroga ningún delito tendrá carácter político. ¿Es eso lo que se demanda?

El incidente, en apariencia minúsculo, que se señala como origen del problema, no fue el primero de su género, sino culminación de una muy larga serie de hechos violentos, de atentados a la libertad y a los derechos de muchas personas.

Situemos estos hechos dentro del marco de las informaciones internacionales sobre amargas experiencias similares de gran número de países en lo que, desde un principio o tras haberse intentado varios medios de solución, se tuvo que usar la fuerza y sólo ante ella cesaron o disminuyeron los disturbios…todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremediablemente el orden jurídico, como a los ojos de todos ha venido sucediendo…agotados los medios que aconsejan el buen juicio y la experiencia, ejerceré, siempre que sea necesario, la facultad contenida en el artículo 89, fracción VI de la Constitución General de la República que, textualmente dice: ‘Artículo 89. Las facultades y obligaciones del Presidente de la República son las siguientes:… VI. Disponer de la totalidad de la fuerza armada permanente o sea del ejército terrestre, de la marina de guerra y de la fuerza aérea para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación…No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar llegaremos.

Examinemos ahora, brevemente, el verdadero fondo del problema; la urgencia de una profunda reforma educacional. Problema no sólo de México; la crisis de la educación es mundial.

En unas semanas o en unos meses, los acontecimientos tomarán, con la perspectiva del tiempo, su verdadera dimensión y no pasarán como episodios heroicos, sino como absurda lucha de oscuros orígenes e incalificables propósitos.



El día 7 de septiembre se celebró un mitin en Tlatelolco.

9 de septiembre: Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, declaró: "nuestras demandas institucionales han quedado satisfechas"

13 de septiembre Cientos de miles de personas volvieron a salir a las calles, para expresar que el silencio sería “más elocuente que las palabras que acallaron las bayonetas”, según señalaba un volante que repartieron los integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) ese día.

La marcha partió una vez más del Museo Nacional de Antropología a la Plaza de la Constitución. Aún estaba fresco el recuerdo de tanques ligeros y soldados que a bayoneta calada desalojaron a más de 3 mil estudiantes del Zócalo y de la zona aledaña a Palacio Nacional la madrugada del 28 de agosto.

De nada sirvió que el 12 de septiembre helicópteros sobrevolaran la ciudad dejando “caer volantes firmados por supuestas uniones y sociedades de padres de familia de la UNAM e IPN, en los que se recomendaba” a los jefes de familia impedir que sus hijos “participaran en la manifestación silenciosa, porque serían enfrentados con el Ejército”, refiere el libro El movimiento estudiantil de México, de Ramón Ramírez.

Tampoco que el Senado hubiera dado su “apoyo total” al presidente para que dispusiera del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, “en defensa de la seguridad interna y externa de México, cuando fuera preciso”.

Los estudiantes ya habían “invadido los restaurantes, las salidas de las fábricas, los mercados, las casas, las tiendas, las aceras, los camiones, las bardas, la inmovilidad ciudadana; hacen cadenas de manos para convencer a los automovilistas, trabajan la noche entera sobre los mimeógrafos; pasan a máquina sus volantes; discuten con sus padres a la hora de la comida; empiezan a leer a Fanon y a Marcuse; pegan engomados, entablan conversaciones con los desconocidos, anhelan desmentir los infundios. Pueden ser torpes, reiterativos, enfáticos, ingenuos. Tienen en su favor una virtud básica: no dependen para su lealtad de otro argumento ajeno a la fe primera: democratizar al país”, señala Carlos Monsiváis en su crónica sobre la manifestación, recogida en el libro Días de guardar.

Ese 13 de septiembre, por la mañana –menciona el Libro Blanco del 68, de la Procuraduría General de la República (PGR)–, se celebró “un aniversario más del sacrificio de los jóvenes Héroes de Chapultepec, que en 1847 habían luchado contra la invasión extranjera. Los jóvenes oradores de la ceremonia cívica central los pusieron como ejemplo de virtudes patrióticas ante la juventud, exhortándola a deponer su rebeldía estéril y a unirse a la causa del progreso nacional.

“Esa misma tarde –agrega el documento de la PGR– el llamado CNH organizó otra manifestación masiva para presionar a las autoridades. Distintos articulistas de diferentes tendencias habían estado criticando en la prensa al movimiento estudiantil por considerarlo producto de una ‘imitación extralógica’ de otros, como los de Berlín y París, le censuraban el querer provocar una revolución socialista en México frente a un Estado democrático y revolucionario que busca por medios pacíficos el desarrollo económico y social del pueblo. Le reprochaban también que, hablando de luchar por las ‘libertades democráticas’, fueran los estudiantes quienes las hubiesen violado con sus actos de vandalismo, y con sus amenazantes e injuriosas manifestaciones, las cuales, despreciando a los héroes patrios como Morelos, Juárez y Zapata pasea grandes retratos del fracasado Che Guevara.

“Por todo ello la manifestación del 13 de septiembre obedeció a un cambio de táctica del consejo, pues tuvo carácter silencioso, y fue profusa en banderas nacionales (ya no se vio ninguna rojinegra) y en pequeños retratos de héroes mexicanos, aunque todavía algunas pancartas tenían pronunciamientos ofensivos antiolimpiada y repetían eslogans extranjeros”, refiere el Libro Blanco del 68.

No hubo cifras precisas sobre el número de manifestantes. Las estimaciones oficiales señalaron 180 mil, las extraoficiales y periodísticas van de los 300 mil al medio millón.

Carlos Monsiváis refiere que aquel día “el silencio es una estructura; el silencio articula el lenguaje de los manifestantes, de los preparatorianos arrancados del sueño de vivir en un país que se inicia en una rockola y termina en una discotheque; de los estudiantes del Politécnico conscientes ya de la falacia que les hacía ver la lucha de clases como la suma de fiestas fabulosas donde era inconcebible su presencia. El silencio organiza a quienes aceptan un ideal”.

Durante el recorrido, los estudiantes repartieron un volante en el que se leía: “Pueblo mexicano: puedes ver que no somos unos vándalos ni unos rebeldes sin causa, como se nos ha tachado con extraordinaria frecuencia. Puedes darte cuenta de nuestro silencio, un silencio impresionante, un silencio conmovedor, un silencio que expresa nuestro sentimiento y a la vez nuestra indignación”.

Ramón Ramírez relata en El movimiento estudiantil de México que “se pudo observar el más estricto orden y una organización perfecta. Los estudiantes y gente del pueblo en general portaban carteles en los que se propalaba: ‘Libertad a la verdad ¡diálogo!’, ‘El pueblo nos sostiene, por el pueblo es que luchamos’; ‘Líder honesto igual a preso político’; ‘Luchamos por los derechos del pueblo mexicano’; ‘¡Tierra para todos!’; grandes pancartas con las efigies de Morelos, Hidalgo, Villa y Zapata presidían la marcha estudiantil.



“Miles de gentes del pueblo, situadas en las aceras, formaron una enorme valla a lo largo de todo el recorrido de la manifestación; con sus aplausos y expresivas muestras de simpatía alentaban a los trabajadores, estudiantes y padres de familia, que en compactas filas proclamaban el cumplimiento de la Constitución. La austera y responsable actitud de los estudiantes y profesores, la decisión de la lucha del pueblo se manifestó con la mano en alto haciendo la V de ¡Venceremos!”, escribe Ramón Ramírez.

A las 9 de la noche toda la manifestación arribó al Zócalo, cinco horas tardó en salir el último contingente del Museo Nacional de Antropología.

Mientras avanzaba la marcha, en Chilpancingo estudiantes de la Universidad de Autónoma de Guerrero enviaban un escrito al presidente Gustavo Díaz Ordaz y al secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, solicitando que fuera puesto en libertad un teniente que estudiaba en la Facultad de Derecho y que fungía como profesor de educación física en esa escuela, porque había “sido detenido por órdenes del comandante de la 35 Zona Militar por insubordinación, al no informar a la superioridad con relación al movimiento estudiantil que se venía gestando en apoyo a los alumnos del Distrito Federal”, señalaba un reporte de la Dirección Federal de Seguridad.

En el gobierno, según el Libro Blanco del 68, “hubo quienes pensaron que esta manifestación era una renuncia a la violencia, pero otros acontecimientos simultáneos indicaban que, por lo contrario, era sólo una variación en la actitud hostil e intransigente de una minoría.

“En efecto –continúa el texto oficial—, el ‘poder estudiantil’ era ya dueño absoluto de los planteles de la UNAM y del IPN y actuaba dentro de ellos con absoluta independencia de todo lo nacional.

“El ‘Consejo’ (CNH) y la Coalición (de Maestros), por encima de las autoridades docentes o con su tolerancia, habían impedido que la menospreciada ‘base’ estudiantil asumiera sus responsabilidades.

“Las aulas de CU y Zacatenco eran exposición permanente de lemas y letreros revolucionarios, nítidamente marxistas y maoístas. El Aula Justo Sierra de la UNAM había sido rebautizada como Aula Che Guevara y otras ostentaban nombres de líderes socialistas y guerrilleros: Ho-Chi-Min (sic), Camilo Torres y Mao Tse-Tung, etcétera”, se asienta en el texto de la PGR.

18 de septiembre. En parte de un comunicado de prensa expedido por la secretaría de Gobernación el 18 de septiembre de 1968 a la 22:30 horas se justificaba el proceder para ocupar militarmente Ciudad Universitaria: “Corresponde al gobierno federal, imponer ‘…el orden jurídico general, que incluye el orden interno universitario…’” Con el uso de la fuerza pública se desalojó entonces CU.



El objetivo militar se cumplió a medias. La toma de la Universidad era quitarle un foco de reunión a estudiantes que desde el principio del movimiento no habían dejado de utilizar las instalaciones físicas de facultades y escuelas para realizar mítines, asambleas, coordinar brigadas, repartir propaganda, organizar eventos culturales y en general disponer de recursos materiales para darle continuidad operativa al engranaje que desde fuera era visto de una sola forma: un lugar de entrenamiento para guerrilleros. Se cumplió a medias porque el descabezamiento de sus principales líderes no fue posible lograrlo ese día. Hay decenas de anécdotas publicadas en voz de algunos destacados líderes contando su experiencia que les permitió evadir la acción del ejército y por alguna circunstancia particular no coincidir con ese operativo militar de la toma de Ciudad Universitaria.

La toma de CU desde luego también tenía presiones externas por demás obvias. Algunos miembros del Comité Olímpico Internacional tenían contemplado como un escenario suspender los juegos de octubre aduciendo, principalmente, razones de falta de garantías para visitantes y competidores. El más importante escenario olímpico, el estadio en ciudad universitaria, destinado para la inauguración de los juegos así como el desarrollo de las competencias de atletismo, estaba dentro del campo de acción de los estudiantes. Y aunque el compromiso del presidente Gustavo Díaz Ordaz nunca fue puesto en duda por la alta jerarquía del COI, la incertidumbre entre ciertos miembros de ese organismo en conjunto con las especulaciones de la prensa internacional fueron puntos no menores que el gobierno debió pulsar en la orden para tomar las instalaciones de la Universidad , sin olvidar, por supuesto, el carácter ineludible del autoritarismo intimidatorio del poder en lo general y lo particular del estilo del presidente.

El 19 de septiembre, el rector protestó por la ocupación militar y encabezó una manifestación, la primera en la que la rectoría de la UNAM apoyó explícitamente al movimiento, la ocupación duró 12 días. La Cámara de Diputados, en voz de su líder Luis Farías, atacó al rector Barros Sierra, quien presentó su renuncia, sin que le fuera aceptada. La Junta de Gobierno le pidió expresamente que permaneciera al frente de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El 23 de septiembre se enfrentan las fuerzas del gobierno y los estudiantes en el Casco de Santo Tomas, campus principal del IPN.

El día 27 de septiembre se realiza un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, ahí se invita a otro mitin que se llevará a cabo el 2 de octubre, en ese mismo lugar a las cinco de la tarde.

El 1 de octubre se reanudaron las labores de investigación, administración y, parcialmente, las de difusión cultural en la UNAM. El CNH decidió mantener la huelga escolar.
 
LA MATANZA DE TLATELOLCO


La tarde del 2 de octubre de 1968, un día después de la salida del ejército de los campus de la UNAM y del IPN, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Mientras tanto, el ejército vigilaba, como en todas las manifestaciones anteriores, que no hubiera disturbios, principalmente porque el gobierno tenía temor de que fuera asaltada la Torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Por su parte, miembros del Batallón Olimpia (cuyos integrantes iban vestidos de civiles con un pañuelo o guante blanco en la mano izquierda) se infiltraban en la manifestación hasta llegar al edificio "Chihuahua" donde se encontraban los oradores del movimiento y varios periodistas.
 
Cerca de las seis de la tarde, casi finalizado el evento, un helicóptero sobrevoló la plaza del cual se dispararon bengalas, presumiblemente, como señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia apostados en el edificio "Chihuahua" abrieran fuego en contra de los manifestantes que se encontraban en la plaza de Tlatelolco.

También dispararon sus armas los integrantes de la "famosa Brigada Blanca", vestidos éstos de civil, pero identificados por portar un guante blanco como distintivo.



Muchos manifestantes que lograron escapar del tiroteo se escondieron en algunos departamentos de los edificios aledaños, pero esto no detuvo al ejército, que sin orden judicial, irrumpieron a cada uno de los departamentos de todos los edificios de lo que conforma la Unidad Tlatelolco, para capturar a los manifestantes.
 
De acuerdo a Paco Ignacio Taibo II, quien en 1993 encabezó una Comisión de la Verdad sobre estos sucesos, en esa "trágica" tarde fueron disparados 15 mil proyectiles y hubo 300 muertos, además de 700 heridos y cinco mil estudiantes detenidos.

Según el periodista e investigador, participaron ocho mil militares de varios cuerpos destacados en la acción, 300 medios armados entre tanques, medios blindados y jeeps con ametralladoras.
Todo ésto para reprimir una manifestación pacífica.

El día 9 el CNH acepta la tregua Olímpica, ninguna manifestación del 12 al 28 de Octubre.

El sábado12 se inauguraron las Olimpiadas de México 68, bautizadas desde el principio como las "olimpiadas de la paz", de ahí su logotipo.

El día 4 de diciembre los estudiantes regresaron a clases. 

Bueno pues es un pequeño resumen de lo que paso el 2 de octubre de 1968, si hay algo que falto o que este mal, pues dímelo; ayudame a continuar recordando la historia de México. Les dejo una cancion referente a este lamentable hecho. "Tlatelolco"  de la Banda Bostik...





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hecha la firma...